Sobre la escoria y los pánfilos

Me tenéis harto. A mí y a otros tantos, estoy seguro. Aquellos que intentamos reaccionar ante el horror con la mente fría, sin dejarnos llevar por el impulso en caliente que clama sangre o abrazos. Y no es fácil, y nada nos asegura que no vayamos a caer finalmente en vuestros estúpidos nichos. Pero es que ambos, escoria demagoga no siempre consciente de su racismo, o pánfilos meapilas que aún viven engañados bajo la estética del flower power, me parecéis insultantes. Y, sí, me voy a permitir el lujo de ser dogmático y establecer un yo/nosotros contra vosotros, y nada me asegura tener razón. Tampoco lo busco. Este es mi blog, es mi espacio personal, me importa un cuerno lo que piensen de esta contradicción que estoy escribiendo. Y es que, como os digo, me tenéis harto.

Sabía que os encontraría en todo vuestro «esplendor» en las redes sociales. Que aprovecharíais la carnaza de un atentado (¡ni siquiera a los muertos osáis dejar tranquilos!) para soltar vuestras proclamas simplistas e ingenuas. Pero me habéis sorprendido en vuestra mezquindad absoluta. Estas redes están acumulando el asco a un nivel insoportable, y vosotros, ambos, tenéis toda la culpa. Vosotros, agitadores de palmeros, hambrientos de instantáneas de información sesgada, complacidos con vuestra superioridad moral del titular sensacionalista. Vosotros, que queréis ipso facto un enemigo al que masacrar, o una excusa para ser condescendientes, y, sin duda, un público al que adoctrinar.

Me atraganta vuestra propaganda. Habéis abusado de las lenguas, el patrimonio más sagrado de la humanidad, tergiversándolas con las garras de la política e ignorando que, ante todo, son instrumento de comunicación. Os habéis escondido tras la aparentemente inocua crítica contra los bolardos, la sonrisa en el duelo y el abogado de los diablos, para que no fuese tan evidente (¡eso creéis!) vuestro desprecio contra un consistorio al que no dejáis respirar. Habéis difundido con la rapidez del incendio el mensaje provocativo, el vídeo de matanza, el bulo de amenazas de imanes inexistentes o discursos políticos morados que nunca se han pronunciado o habéis emitido con cortes. Habéis utilizado a los niños muertos para pedir la Cruzada. Irresponsables, todos vosotros, que pretendéis disfrazaros con los hábitos de la sensatez y la protección, que aludís ligeramente a la nación, pero no reconocéis vuestro racismo galopante. Y el racismo es intolerancia, y siempre lleva a la estrechez de miras. Y es irreponsable, y, ante todo, detestable. Me avergüenza compartir con vosotros la misma patria que no comprendéis, el mismo mundo que preferís no conocer para no perderos en el caos de culturas del que, desengañaos, no nos vamos a librar porque siempre ha sido nuestro escenario de vida. Sois rastreros.

Y luego estáis vosotros. Los adalides de la narrativa complaciente. Los que cantan Imagine pensando que la paz y la palabra arreglan el desastre. Los que frivolizan la sangre vertida en el suelo con el chiste y el meme. Profesores que vieron crecer a los asesinos, y con los que empatizo en su incredulidad y dolor ante su fracaso docente, hasta que rematan su examen de conciencia con un mea culpa (¡la culpa es de quien dispara!). Vosotros, que no queréis entender que no hay soluciones puntualizables contra esta barbarie. Vosotros, que también os aprovecháis del dolor, que jugáis la carta del relativismo para tapar vuestra vergüenza de ser Occidente. He visto hasta la saciedad estos días la necesaria diferencia entre árabe, musulmán, islámico, islamista y yihaidista; la responsabilidad de los gobiernos democráticos que apoyan a las teocracias dictatoriales de la sharia, que con su crudo financian al terrorismo; el enésimo recordatorio de que ofrecer trabajo, estudios e integración al extranjero no anula la sensación de exclusión y gueto (¡esa misma sensación que el racismo rancio prefiere menospreciar!). Y acertáis en la exposición, pero no en la interpretación. Vuestra apelación a la multiplicidad del problema no anula que preferís repartir las culpas para no reconocer que, en nuestra ingenuidad, hemos fallado. Sois cobardes.

Claro que tenemos que entender el terrorismo, pero eso no implica justificarlo. Claro que esto es una guerra, y sus causas son complejas, y su solución no es rápida, pero su plasmación es implacable y simple. Sí hay un nosotros contra vosotros en el momento en el que los asesinos nos lo han impuesto. Suyo es el odio incomprensible e impredecible. Odian a sus propios hermanos, a los que decapitan y bombardean a diario. Odian nuestro modo de vida, nuestra tolerancia. Todos somos infieles a sus ojos. Son monstruos. Así pues, no cabe el diálogo y la comprensión con ellos. Ni tampoco la generalización que mira como amenaza el color de la piel. No es tiempo de medias tintas, del sí, pero… como escudo. Y ahí os habéis acomodado ambos.

Señala que lo islamista, la interpretación radical y política del Corán, es incompatible con la mentalidad occidental, y te tacharán de racista. Señala la incoherencia de los gobiernos que pagan al jeque que luego financia al terrorista, y te tacharán de antipatriota. Señala algo tan inapelable como «no todos son malvados», y te tacharán de imbécil. La cautela está ya prohibida en estos tiempos de la cólera. Y vuestra será la culpa: escoria racista, pánfilos de la alianza. Veo por internet que Democracia (je) Nacional comparte un vídeo. En directo en televisión, un musulmán grita que está harto de nuestro país, de ser mirado con desprecio, y que cualquier día «coge un camión» y «hace una tontería». Sé que si pido lo justo, que es que se castigue con la ley esa amenaza, algunos dirán que soy un opresor que no está apreciando el problema de fondo (exclusión social). Pero sé igualmente que esto lo comparte quien lo comparte, sin inocencia alguna, para expandir sus memeces extremistas. Seguid entonces con vuestra estrechez de miras. Manipulad a las masas desde los 140 caracteres o vuestros muros. Alimentad a los xenófobos y a los timoratos, y ayudad así a crear el mundo excluyente, de puro odio, blanquinegro que ansían los monstruos. Sois iguales a ellos, sois sus cómplices. Nos estáis haciendo la cama, y lo peor es que no os dais cuenta.

 

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